Pecar contra tu boca, hasta matarme la locura...

lunes, 5 de abril de 2010

****Cansada****

- ¿Qué mierda querías que hiciera? ¿Esperar a que te decidieras por mi? - y se señaló el pecho con el dedo índice de la mano izquierda mientras abría desmesuradamente sus ojos verdes, intentando fijar en la retina la cara de él. Siempre él.

- Eres una zorra - escupió de mala gana, mientras la agarraba por el brazo derecho, un poco más abajo del hombro, donde solía llevar su pulsera de plata. La zarandeó. - Una maldita zorra que me hizo creer que me quería.

Ella se soltó de un empellón y le cruzó la cara. Él bajó la mirada, pero solo porque aún estando infinitamente enfadado con ella, le volvía loco esas braguitas rosas que traía, en parte por ir a echarle en cara ciertas cosas a las 2 de la madrugada. Despeinada, y salvajemente hermosa.

- ¿Ahora soy la zorra? Exactamente cuando a ti te conviene. Explícame lo que soy, por favor, ilumíname. - se le rompió el alma con la última palabra. - Delante de tus padres, era inexistente; de tus amigos, tu ardiente amante; de tus amigas, una más de ellas... y en la cama... ¿Qué era en la cama, eh? ¿Tu zorra? ¡Tu jodida, e insaciable zorra! - gritó ella llorando. - Así que no vuelvas a decirme lo que soy, o lo que dejo de ser. NO te atrevas, ¡maldita sea, joder! NO TE ATREVAS a culparme por buscar a alguien que me diera algo de cariño, porque jodido desgraciado, TÚ y Yo no somos, ni fuimos NADA.

Él la arrinconó contra la pared del hall. Seguía oliendo enloquecedoramente bien. Siempre supo que Guillermo andaba detrás de ella pero pensó que era demasiado poco para ella. Hasta que pasó. Hirvió por dentro cuando se enteró de todo. De que aquel mes en que ella le rechazó fue por culpa de Guillermo, por su amigo Guille. Se pegó a su cuerpo, y separó sus piernas interponiendo la suya entre las dos, inmovilizándola.

- Seguro que no te folla como yo. ¿Te acuerdas, como gemías? - le susurró muy cerca del oído, como a ella le gustaban las cosas.

- Lo peor de todo, es que eso es lo que menos me importa de Guille. - dijo a la vez que ahogaba un sollozo.

La soltó. La miró por última vez. Su pelo rizado alborotado, sus ojos brillando por el llanto, las mejillas mojadas de las lágrimas, la camiseta de tirantes cubriendo su plano vientre, sus pechos voluptuosos, sus braguitas, esas, que tantas veces deslizó por esos muslos de marfil... Se dirigió hacia la puerta. Todavía no estaba todo perdido.

No, no lo estaba.

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